¡Hoy es el Día!

Cuando tenía trece años, empecé a asistir como oyente a las clases de seminario, mis maestros eran Sandra y Tito que, por cuestiones de trabajo, se turnaban para dar la clase cada semana. Ese año se dictó el curso de Doctrina y Convenios, y fue la primera vez que leí ese libro de tapa a tapa. Yo amaba el libro de mormón desde niña, era mi libro favorito en todo el universo, y eso es decir mucho ya que soy adicta a la lectura. Había leído muchos pasajes de doctrina y convenios, de hecho una de mis escrituras favoritas está en la sección 58, versículos 3 y 4; sin embargo jamás le había dado a ese libro tan sagrado el lugar que le correspondía en mi vida.

A través del estudio constante (gracias a las clases de seminario), pude aprender muchísimo. Vi cumplirse muchas de sus profecías en el diario vivir e incluso en mi misma, aprendí más acerca de quién soy y hacia dónde voy, y tuve experiencias que me cambiaron por completo.

Hubo un pasaje que me llamó particularmente la atención: “He aquí, apresuraré mi obra en su tiempo.” (DyC 88:73). En clase se nos explicó que el Señor espera que nosotros hagamos todos los esfuerzos que seamos capaces para compartir el evangelio con todos. Hablamos de las distintas formas en que podíamos hacerlo; de como la Iglesia había logrado entrar a países como Alemania, en los que hasta hacía poco, solo se soñaba con entrar,  y de la cantidad de Templos que se habían construido en lugares lejanos. De hecho hacía solo dos años atrás en mi pequeño paicito Uruguay se había dedicado en la ciudad de Montevideo nuestro Templo, bueno…más bien, el Templo del Señor.

Todas aquellas eran señales, de que llegaría un día en que el Señor nos pediría que aún redobláramos nuestros esfuerzos en la predicación por el bien de la obra. Así como la maldad se irá acelerando a medida que nos acerquemos a los últimos días,  la bondad del evangelio debía expandirse a la misma velocidad.

Yo comencé a fantasear, que tal si mis hijos vivieran en esa época en la que el Señor acelerara su obra?, y si mis nietos fueran llamados a predicar en Cuba? O en la china Comunista?…Me preocupé, sin dudas yo debía ser un eslabón fuerte para que ellos pudieran cumplir con esa obra, para que fueran guerreros fuertes y valientes en el campo misional. Me prometí a mi misma que les enseñaría a ser dedicados al Señor, para que pudieran llevar a cabo su obra.

Once años después, me di cuenta de que estaba completamente equivocada, no eran mis nietos, ni siquiera mis hijos, sino yo, quien era parte del cumplimiento de esa promesa y mandamiento de apresurar la obra del Señor. No me malentiendan, sigo firme en la idea de educar a mis generaciones para seguir con la ardua e inagotable tarea de hacer llegar el evangelio a los confines de la tierra, pero es hoy, no mañana ni en un día futuro,  el día en que los profetas anunciaron que la obra debe apresurarse, y tú y yo, somos parte de ello.

SOMOS LOS ELEGIDOS

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Otra cosa que aprendí ese año en seminario es acerca del testimonio de los tres testigos del libro de mormón, ellos dicen: “… la voz del Señor nos mandó que testificásemos de ello; por tanto, para ser obedientes a los mandatos de Dios, testificamos estas cosas. Y sabemos que si somos fieles en Cristo, nuestros vestidos quedarán limpios de la sangre de todos los hombres…”

Al declarar lo que habían visto, estos tres hombres se arriesgaban al repudio y escarmiento de la gente, pero no les importaba, sabían que lo que habían visto era real, tan real como ellos mismos, y sabían que si no cumplían con la responsabilidad que el Señor había puesto sobre sus cabezas de ser Sus testigos, sus vestidos no estarían sin mancha.

De la misma forma el Señor nos escogió a nosotros, a ti jovencita o jovencito, aunque te sientas pequeño y sin experiencia, a ti que has vivido toda una vida y que sientes que eres demasiado viejo o vieja para andar a los trotes con los misioneros y que ya has dado todo de ti. A cada uno de nosotros el Señor nos ha escogido en una fina y dedicada selección, y nos ha enviado a nacer en el tiempo exacto, con las experiencias suficientes y necesarias para ser sus embajadores. El ha visto nuestros talentos y virtudes, así como nuestras debilidades, y nos educa cada día para que podamos cumplir nuestras promesas. Él nos advirtió, antes de venir a la tierra, lo que esperaba de nosotros y lo aceptamos, si no fuera así, no podrías leer esto ;).

De modo que, hechas las promesas, advertidos y con conocimiento de nuestro papel en Su obra, no nos queda otra que dar un paso al frente valientemente y apresurar la obra. O no podremos aparecer sin mancha ante el Señor.

MENOS DUELE EL ESFUERZO QUE EL ARREPENTIMIENTO

Como se dice “hoy es el día”, no mañana, pero debemos cuidarnos de que no se nos haga tarde y el día de hoy se convierta en ayer. Esta es una oportunidad única que el Señor nos da de ser parte de una obra enorme, El nos invita a participar activamente en ella, pero no nos esperará para siempre, y si no nos apuramos, las mismas oportunidades no aparecerán dos veces.

Recuerdo que hace unos 9 años, una tarde de domingo salí con las misioneras de mi barrio a golpear puertas, yo AMO acompañar a las hermanas. Estábamos golpeando la puerta de un investigador que nunca logramos contactar, en ese momento pasaba una señora en dirección hacia nosotras. Nos miró, de repente se detuvo y nos dio un beso a cada una. Yo pensaba que era alguien que las misioneras conocían y no le di importancia, ella siguió. Las misioneras se miraron y una dijo con los ojos super grandes y brillosos “hay que contactarla”. Lo siguiente que supe es que estábamos corriendo para alcanzar a esa mujer simpática. Ella nos dijo que tenía su propia religión y que por eso no estaba interesada en escucharnos, pero aún así nos contó que había perdido a su esposo hacía poco, que tenía una hija que sufría mucho por ello y que ella misma no tenía consuelo.

Yo tenía un nudo en la garganta, sabía exactamente que decir, perdí a mi papá cuando era una niña y conocía todo acerca del dolor de la pérdida, pero sobre todo, de la esperanza que había en el evangelio, tenía tanto para decir, pero no dije nada.

Estaba con las expertas en la materia, las misioneras, y no quería hacer nada que arruinara su trabajo. Pero todo me indicaba que el Señor esperaba que yo abriera mi boca y no me detuviera por las misioneras. El Señor había preparado el camino, les había hecho a sentir a las misioneras el impulso de invitarme a mí, una simplona jovencita, a acompañarlas aquella tarde, había hecho que fuéramos por aquella calle en aquella hora exacta y había impulsado a una total desconocida a saludarnos, no solo de lejos, sino con un beso en plena calle. Había hecho que aquella mujer se abriera a contarnos sus inquietudes y había puesto en mi mente palabra por palabra tan claramente que parecía que podía leerlas como si fuera un guión. Pero me acobardé, porque no me sentí competente para hacer el papel de una misionera o para compartir algo tan delicado e íntimo para mi, sin sentirme una víctima de las circunstancias.

Lo peor es lo que siento hasta el día de hoy, un arrepentimiento por aquella cobardía que duele más que cualquier herida física. Desde entonces, intento no volver a cerrar mi boca jamás!

NADIE ES EXPERTO

Aquel día yo me acobardé, principalmente porque estaba con “las expertas”, pero pese a que las misioneras se habían capacitado para predicar, y tenían mucha más experiencia que yo, ellas no habían tenido mis vivencias y no podrían compartir lo que yo sí podía en aquel momento. De modo que aprendí, que en cuestiones de las labores misionales, no existen los expertos.

Cuando dije que el Señor conoce nuestras debilidades, créanme, de verdad las conoce. Y aún así también a nosotros nos escogió para apresurar Su obra. De modo que todo se basa en perfeccionar lo que tenemos, tener fe para desarrollar lo que nos falta y poner nuestra mira únicamente en la gloria de Dios.

Les diré algo, las personas siempre me dicen lo mismo: “Paula, si te dejaran hablando con una planta el tiempo suficiente, lograrías que te contestara”, hay otras versiones de la misma frase, pero en sí, esto se traduce en que tengo algo así como un talento para despertar interés en las personas a través de mis palabras.

Pese a mi supuesto talento, mi forma de predicar el evangelio jamás será tan efectiva como el de cierta hermana que conozco y a la que admiro mucho. Esta hermana no tiene una forma de hablar elocuente, su voz no es angelical, ni tiene un conocimiento elevadísimo como un erudito,  e incluso, si se pone nerviosa se entrevera un poco con las palabras. En un grupo de gente, ella no resaltaría en lo absoluto. Es más bien, como cualquiera de nosotros, pero también es algo más: una  humilde luchadora incansable y con una fe excepcional. No pasa un solo día en el que ella no hable del evangelio con alguien nuevo, no tiene miedo ni vergüenza de nada, no lo piensa solo va y lo hace. Recuerdo el día de la casa abierta en mi capilla; no había mucha gente entrando a ver y ni los misioneros estaban teniendo éxito en despertar el interés de las personas, entonces ella tomo unos folletos, salió a la puerta y empezó a invitar a todo el que se cruzaba, su fe y perseverancia, salvaron el día.

LOS RECURSOS

Si quieres saber cómo ser parte de esta omini-ipad-misioneros-mormones-2bra existen recursos al alcance de todos nosotros. Ve a la fuente, pregunta en oración y lee las escrituras para saber qué y cómo hacer para apresurar la obra.

 

Visita www.lds.org y sobre todo el siguiente link para aprender todo lo que necesitas:

https://www.lds.org/training/wwlt/2013/hastening/members-and-missionaries?lang=spa

Acércate a los misioneros de tu barrio, pide a tu obispo que les enseñe a ti y a tu organización como ser parte de esta obra. Y comparte todo lo que aprendas con nosotros y con todos los que estén interesados para que juntos aprendamos a ser más eficaces en compartir el evangelio.

Comenta! Comparte tus experiencias. Estaré aquí para escucharte 😉

Un comentario en “¡Hoy es el Día!

  1. Sofia dijo:

    Me han inspiradon, hace poco soy miembro de la iglesia, pero leer estas palabras a despertado en mi algo dentro que me dice que puede ayudar a mis misioneras en su obra, haci como ellas me ayudaron. Espero esta semana por empezar a salir con las misioneras que un día me lo habian propuesta pero por verguenza no acepte. Muchas gracias por escribir fue de mucha inspiradoras.

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