Cuando tenía trece años, empecé a asistir como oyente a las clases de seminario, mis maestros eran Sandra y Tito que, por cuestiones de trabajo, se turnaban para dar la clase cada semana. Ese año se dictó el curso de Doctrina y Convenios, y fue la primera vez que leí ese libro de tapa a tapa. Yo amaba el libro de mormón desde niña, era mi libro favorito en todo el universo, y eso es decir mucho ya que soy adicta a la lectura. Había leído muchos pasajes de doctrina y convenios, de hecho una de mis escrituras favoritas está en la sección 58, versículos 3 y 4; sin embargo jamás le había dado a ese libro tan sagrado el lugar que le correspondía en mi vida.
A través del estudio constante (gracias a las clases de seminario), pude aprender muchísimo. Vi cumplirse muchas de sus profecías en el diario vivir e incluso en mi misma, aprendí más acerca de quién soy y hacia dónde voy, y tuve experiencias que me cambiaron por completo. Seguir leyendo